¡NO FALLES!
Como prometimos al iniciar este blog, de vez en cuando compartiremos algún relato, una pequeña historia para que disfrutéis de un momento de lectura diferente. Hoy es uno de esos días. Esperamos que os guste y os haga reflexionar, y sobre todo, que os sumerja en el universo de sus personajes, sus retos y sus emociones. Vamos con ello:
Julio e Isabel levantaron sus copas de cava en un brindis, celebrando en el salón de su casa. Julio acababa de compartir con ella los detalles financieros de la empresa que, con esfuerzo, habían levantado tres años atrás.
Pero apenas rozaron el cristal con los labios cuando un ruido abrupto los interrumpió. Venía de la habitación de Raúl. Al entrar, encontraron el tablero de ajedrez volcado, con las piezas esparcidas por el suelo. Raúl estaba en su silla de ruedas, y las lágrimas le caían sin freno.
—¿Qué te pasa, hijo? —preguntó Isabel, con voz temblorosa.
—¿Qué me va a pasar? ¡No puedo andar! Esta es mi vida ahora… Solo puedo jugar al ajedrez. Y encima, mal.
Julio se sentó frente a su hijo, decidido a calmar su frustración, aunque este lo interrumpió con un suspiro de enojo.
—Papi, no me vengas con sermones ni batallitas. ¡Esta es la realidad!
Julio tomó aire, mantuvo la calma, y habló con firmeza:
—Raúl, escúchame. Tu discapacidad no es definitiva. Repito, no es definitiva. Los médicos lo dijeron, hijo: hay esperanza, esperanza real. Sé que te sientes atrapado, pero no es justo rendirse. Hay personas con grandes discapacidades; la tuya es física y, repito, temporal. Aquel accidente fue un golpe duro, y tendrás que dejar de lado el deporte un tiempo, pero… tu bicicleta te espera, hijo. No le falles.
—No sé, papá… además, soy malísimo jugando al ajedrez.
—No, no lo eres —replicó Julio, mirándolo a los ojos—. Pero sí eres impaciente y estás lleno de rabia. Eso te hace perder la concentración, y por eso no puedes ver la magia que hay en el tablero.
—Sí, pero…
—Raúl, déjame terminar. Hoy, quiero contarte una de esas “batallitas” que tanto odias escuchar.
Julio respiró hondo antes de continuar.
—Yo también tengo una cojera, la misma maldita cojera que me dejó otro coche, que me atropelló cuando tenía quince años. ¡Quince!
Raúl lo miró, desconcertado.
—Hace treinta años, las cosas eran distintas, hijo. Sufrir una discapacidad era casi como llevar un cartel. Me sentía inferior a mis amigos, aunque nunca dijeran nada. Algunas cosas no hace falta decirlas, ¿verdad?
Julio hizo una pausa, viendo cómo su hijo lo escuchaba, y prosiguió:
—Dejé de ir a la playa con ellos, de salir esos días con las chicas. Hasta Luisa, mi “novia” de entonces, me dejó sin miramientos.
—Pero, papá, siempre me habéis dicho que tú y mamá os conocéis desde el colegio, que erais novios desde niños.
—Así es. Tu madre siempre fue mi amiga, siempre estuvo ahí, y yo… yo no la valoraba lo suficiente. Me gustaba Luisa, esa rubia despampanante y libre. Pero, ¿sabes quién estuvo a mi lado cuando todos se fueron? Tu madre. Esa chica a la que no valoré entonces y que ahora es… mi vida.
Julio hizo una pausa, tragándose la emoción.
—Hoy en día, la sociedad está más comprometida a integrar a las personas con discapacidad. Antes, no había apoyo ni oportunidades. Pero tu madre… ella subía esas escaleras imposibles de la biblioteca y me traía los libros. Luchó conmigo, sin pedir nada a cambio. Así que te digo, hijo, no seas injusto. Lucha con lo que tienes y recuerda: los médicos dicen que lo tuyo es temporal y que te recuperarás completamente.
Raúl lo miró, con lágrimas en los ojos.
—Papá, te quiero. Gracias… tienes razón. ¿Echamos una partida?
Julio sonrió, y palmeó a su hijo en el hombro.
—Bueno, pero esta vez… me toca jugar con blancas.
(Este relato lo escribí hace más de seis años. Fue una colaboración con una asociación de minusvalía con la que participé. Ahora, la acerco a este sitio, tuyo, mío, nuestro)
Gracias, como siempre, por estar en este rincón literario. Nos encantaría saber qué os ha parecido el relato, vuestros comentarios siempre enriquecen este espacio. Nos vemos la próxima semana con una nueva cata de libros. ¡Hasta pronto!
16 Comments
Enhorabuena, amigo Diego, por este documento. Es real, como la vida misma. Son muchos casos parecidos, al de tú relato.
Feliz semana.
Gracias Salvador. ¡Un abrazo!
Me ha encantado Diego. Escribes muy bien. Me has emocionado, aquí estoy con el nudo en la garganta. Es muy bonito ayudar a los demás e incitarles a seguir luchando, a no rendirse. A cambiar lo negro por blanco y verde esperanza. Y leyendo esto, los que no tenemos minusvalías físicas, nos das un impulso de vida. Esta vida que por lo general es maravillosa, pero otras veces es tremendamente injusta.
Buen día a todos, lectores!
Gracias Ana. ¡Un abrazote!
Se agradece que trates en uno de tus relatos el tema de la discapacidad. Hay tantos tipos de discapacidad que cualquiera se puede sentir identificado, porque a todos nos puede afectar en un momento de nuestras vidas. Es importante que luchemos por que desaparezcan las barreras sociales que impiden que personas con discapacidad puedan llevar una vida digna. Me gusta que en tu relato hagas hincapié en lo importante que es desarrollar la perseverancia, la paciencia y la fortaleza para no dejarse vencer por las limitaciones y superar los desafíos.
Enhorabuena!!!
Feliz domingo!!!
Gracias Carmen. ¡Un abrazo!
Entrañable relato Diego, efectivamente la percepción de la sociedad ante las minusvalías ha cambiado radicalmente, sin embargo creo que aún nos queda camino por recorrer. Por otra parte , este relato nos muestra que ante cualquier problema, la actitud con la que nos enfrentamos al mismo es fundamental. Gracias Diego. Un saludo.
Gracias Mercedes. ¡Un abrazo!
Cuando hay desesperanza, desolación, tristeza y ganas de tirar la toalla. Nada hay mejor que alguien que ya pasó por cosas severas que depara la vida, te motive y te empuje a luchar para salir adelante. Ejemplo de vida.
Muy bonita tu historia Diego.
Buen Domingo.
Gracias amigo Juan José. ¡Un abrazo!
Bonito relato, donde muestras que unos padres siempre estarán apoyando a sus hijos ante cualquier adversidad y donde muestras qué perseverancia puedes superar todo.
¡Feliz domingo!
Gracias Miguel. ¡Un abrazo!
Bonito relato escritor,y,para reflexionar también.
Si todos somos lo más considerados posible con todos los que nos rodean, es probable que tengamos un impacto positivo en sus vidas de alguna manera. Se sabe que las discapacidades hacen que las personas se sientan marginadas o aisladas de la sociedad en general, especialmente si la discapacidad se puede ver. Por eso es imperativo mantener una actitud positiva hacia cualquier persona con la que entremos en contacto, especialmente con aquellas personas con discapacidad.
Por supuesto, la discapacidad no es solo física y visible. Una discapacidad también puede afectar la capacidad mental de una persona. Mostrar empatía, paciencia y positividad hacia la discapacidad de cualquier tipo promueve la inclusión y la apertura hacia la persona afectada. FELICES LECTURAS!
Gracias Raquel. Muy buena reflexión. ¡Un abrazo!
Qué bonito y emotivo!
Hay muchos tipos de discapacidad y quienes las tienen deben sentir que tienen apoyo, mucho cariño.
Si estás limitado para hacer algunas cosas, debes intentar ilusionarte por otras, por eso es importante la ayuda,
La vida tienes que disfrutarla lo mejor posible para seguir motivándonos y eso con el cariño y apoyo de los que tienes cerca se puede conseguir.
Gracias Paqui. Así es, como bien dices. ¡Un abrazo!
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